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Foto del escritorWilly El Gato

MV#8 LA MASACRE DE LA CORUÑA

Tradicionalmente en la historia de Chile, el año 1925 marca una fecha verdaderamente fundacional: el fin del régimen “Parlamentario” y el inicio del “Presidencial”. De acuerdo a esto, Chile, gracias a la aprobación de una nueva Carta Fundamental, comenzaba a recorrer un período histórico en donde nuevos actores sociales se incorporaban al quehacer político nacional y, por otro lado, el desarrollo económico se aprontaba a dar un giro radical. Se dejaban atrás casi cuatro décadas en las cuales quienes realmente gobernaban eran los partidos políticos de la elite oligárquica. 1925 entonces, habría sido un año de satisfacciones para los desposeídos, para los hasta entonces siempre olvidados. Nuevas leyes, especialmente dirigidas a los trabajadores, anunciaban un futuro promisorio y preñado de esperanzas. Sin embargo…

En los primeros días de junio de 1925, una ola de rumores recorría la pampa salitrera del Norte Grande, que pasaba por Iquique y Antofagasta, hasta llegar a Santiago. Los trabajadores organizados y la opinión pública en general, se preguntaban acerca de lo que estaría ocurriendo al interior de Tarapacá. Allí, los trabajadores palpaban con su propia sangre los límites de los cambios institucionales que Chile vivía en aquella época. En efecto, a pesar de las leyes y las declaraciones de buenas intenciones de dos golpes militares ocurridos en menos de año, en la zona del cantón del Alto de San Antonio -en plena pampa tarapaqueña- transcurría una de las peores matanzas obreras de la historia de Chile. Pasaría a la memoria histórica como la matanza de "La Coruña", nombre de la oficina donde se desencadenaron los aciagos sucesos.


La ola represiva que prefiguró la imposición de la Constitución de 1925 -reseñada en Punto Final 810- tuvo su punto más alto con la feroz masacre efectuada en diversas oficinas de la pampa salitrera particularmente en La Coruña, en la pampa del Tamarugal, el 5 de junio de ese año, en el marco del estado de sitio declarado en Tarapacá.


La acción represiva fue precedida por un telegrama del ministro de Guerra, Carlos Ibáñez, a la máxima autoridad militar en Iquique, el general Florentino de la Guarda, en que le “advertía” que se estaba preparando un “movimiento subversivo de carácter comunista” y que de ser efectivo, “es indispensable desde el primer momento apresar cabecillas” y “censurar la publicidad verbal y escrita”. Luego, con ocasión de la publicación en un periódico comunista de Iquique de la detención e internación en un barco de cuarenta obreros por tratar de hacer una manifestación, De la Guarda “ordenó inmediatamente empastelar (destruir) la imprenta, destruir los ejemplares que estaban listos para subir a la pampa, y detener a los redactores”. Una comisión de obreros subió a la pampa a informar de todo esto, producto de lo cual se generó una huelga general en Iquique y en numerosas oficinas salitreras, además se produjo una toma general de oficinas.

Estos fueron los 9 puntos que los obreros exigían:

1) Aumento de un 40% de los salarios actuales.

2) Jornadas de 8 horas de trabajo, según la ley.

3) Tiempo y medio después de las 8 horas de trabajo.

4) Doble paga el día sábado y descanso dominical.

5) En caso de huelga, despidos con un mes de anticipación y las compañías entregarán pasajes a los chilenos a cualquier parte del país y a los extranjeros, a su país natal.

6) Zona seca en las oficinas salitreras.

7) Reconocimiento de los delegados de la FOCH como interlocutores frente a futuros conflictos.

8) Libertad de reunión en los centros salitreros y libre circulación de la prensa obrera.

9) Cesación inmediata de toda hostilidad a los trabajadores.

Prensa, patriotismo, balas, represión y sangre

El primer semestre de 1925 en Tarapacá y Antofagasta estuvo marcado por una casi permanente agitación social. El conflicto limítrofe con Perú, creó una fuerte oleada xenofóbica en Chile, que por cierto incluía a los peruanos, pero que se hacía extensible también a los bolivianos. Este sentimiento nacionalista fue aprovechado por el bloque dominante chileno, para acusar ahora no sólo al comunismo por las huelgas y movilizaciones obreras en la región, sino que también a supuestos agentes peruanos infiltrados, con el fin de generar problemas y divisiones entre el pueblo chileno. Es más, se tendió a mezclar al peruano con el comunista, con lo que se obtenía a un personaje antichileno por antonomasia, cuyo único y último interés era perjudicar los intereses de todos los chilenos. Fue de tal magnitud el uso de la figura del agitador peruano, que muchos artículos de la prensa obrera de la región se dedicaron a contradecir las acusaciones de las autoridades.

La recuperación de las oficinas en toma se hizo a sangre y fuego, con cañones y ametralladoras, siendo la más bombardeada la oficina La Coruña. Se hizo derroche sanguinario de lo que denominaban ‘medidas de escarmiento para rotos alzados’. En La Coruña no quedó hombre ni mujer ni niño con vida. Se les diezmó con granadas de artillería disparadas a menos de trescientos metros y, pese a las banderas de rendición, no se tomaron prisioneros. Luego de los bombardeos sobrevino una severísima represión, que dio origen a un término siniestro, el ‘palomeo’, dispararle a un trabajador lejano, cuya cotona blanca y salto convulsivo (cuando era alcanzado por el tiro) le daban el aspecto de una paloma en vuelo.

Una de las masacres más grandes de la historia de Chile

En cualquier caso, es seguro que constituye, por poco, la segunda peor masacre puntual del siglo XX chileno luego de la de la Escuela Santa María de Iquique; y que alcanza también el triste registro de ser una de las mayores matanzas de la historia de la Humanidad en tiempo de paz. Además, la represión no terminó allí, paralelamente, una ola de arrestos de caudillos laborales se abatía sobre las provincias calicheras. De Antofagasta, llegaban por el ferrocarril a Santiago, el 20 de junio, 300 familias en ‘completa indigencia’; venían expulsadas de distintas oficinas, sin que les afectaran cargos concretos. Ocuparon los antiguos albergues de cesantes. Asimismo, más de 40 dirigentes comunistas y anarquistas de la provincia de Antofagasta fueron llevados detenidos al crucero Zenteno, surto en aquel puerto, y se les procesó militarmente, siendo condenados a varios años de relegación en diversas islas, aunque luego serían indultados por Alessandri con motivo de las fiestas patrias.


Por otro lado, se trasladó en barcos al centro del país a multitud de otros detenidos, sufriendo torturas y pésimas condiciones de reclusión. Además, dada la escasez de noticias viajó a Iquique Elías Lafertte en representación de la FOCH. Allí, fue detenido e incomunicado por dos meses y medio. Y la escalada represiva no se restringió al norte. El 10 de junio, Alessandri declaró en estado de sitio la zona del carbón para liquidar huelgas que habían empezado en mayo. Asimismo, la policía incrementó su campaña de infiltración y espionaje en los sindicatos de Santiago y Valparaíso; y oficiales del Ejército comenzaron a censurar la prensa obrera.


A su vez, la feroz matanza de La Coruña originó telegramas de felicitaciones al general De la Guarda, tanto de Alessandri e Ibáñez. Alessandri le decía: “Agradezco a US., jefes, oficiales, suboficiales y tropas de su mando los dolorosos esfuerzos y sacrificios patrióticamente gastados para restaurar el orden público y defender la propiedad y la vida injustamente atacadas por instigaciones de espíritus extraviados o perversos” (El Mercurio; 9-6-1925). Ibáñez escribió “felicitando a US. y a sus tropas por el éxito de las medidas y rápido establecimiento orden público. Lamento la desgracia de tanto ciudadano, sin duda, gran parte inocentes. Espero continúe su obra, aplicando castigo máximo a cabecillas y aproveche ley marcial para sanear provincia de vicios, alcoholismo y juego principalmente”.


La reacción de los medios de comunicación de la época

El Mercurio:Explicó y justificó la masacre como “Producto de la necia agitación comunista provocada en esa región hace pocos días”; y agregó incluso que “recién terminada la estéril y dolorosa jornada, un numeroso grupo de obreros se acercó al general don Florentino de la Guarda, posiblemente muchos de ellos compañeros de los mismos que cayeron bajo las balas de los que defendían la propiedad y el orden” y “le agradecieron al general De la Guarda su actuación en la jornada” (10-6-1925).


La Revista Católica: Consideraba como el origen último de la masacre “la criminal propaganda comunista, que agentes rusos y peruanos hacían entre el elemento obrero de las salitreras de Pisagua”; y que “como en Chile no hay ningún pretexto, como hay en otras partes, para levantar bandera contra la propiedad y el capital, pues hay abundancia de trabajo bien retribuido, y todos gozamos de amplias libertades, los agitadores son doblemente criminales” (20-6-1925).


La Nación: Afirmó que “un desatinado y temerario espíritu de reivindicación social levantó y arrojó contra la propiedad y el orden a una masa de obreros que escuchó la palabra engañosa de sus jefes”; y que “es esta precisamente la más noble misión del ejército: asegurar la tranquilidad en el interior, porque a su sombra todos se encuentran garantidos y todos pueden ejercitar libremente sus derechos. Es su misión y es su deber” (11-6-1925).


La opinión de Joaquín Edwards Bello:

Incluso un intelectual crítico de la oligarquía, como Joaquín Edwards Bello, justificó la matanza al señalar que “es lamentable de todo punto de vista que el ejército se haya visto obligado a dar una lección práctica de artillería con sus propios hermanos. Nadie, nadie que tenga conciencia podrá reprobar la actitud del ejército. Se trata de un intento subversivo que nada justificó, porque actualmente tenemos el gobierno más sensible al pueblo. Ha surgido un Ministerio de Higiene y Previsión Social, único en el mundo, y que podría ser imitado en Italia (Mussolini), España (el general Primo de Rivera) e Inglaterra. Está empeñado nuestro gobierno en darnos Constitución nueva, que consulte las aspiraciones de la mayoría. En todos los aspectos de nuestra vida se nota el ascenso al bienestar, la marcha a una renovación benéfica, cuando un grupo de ilusos predicadores ha lanzado a algunos obreros del norte por los caminos del desorden por el desorden. Sea esta sangre anunciadora de una nueva era de autoridad. Un gobierno eficiente en todo sentido, debe ser el árbitro de las dificultades de los obreros. En Rusia, en pleno régimen comunista, el gobierno se reserva el derecho soberano de dirigir al pueblo. Las huelgas han desaparecido del antiguo imperio de los zares” (La Nación; 10-6-1925).


SALITRAL EN LETARGO

I

En el desierto más árido del mundo

anida su existencia la Pampa del Tamarugal,

junto a ella dormita su albo sueño de salitre,

la bravía, la siempre espléndida, soledad calichal.

II

En la enjuta mano de la nortina pampa,

en que por los siglos, el salitre se exprimió

quedó el rastro del vivir pujante

del «pampino» y la compañera de su sino.

III

En el reino del claro y la tierra seca,

en el parque de las flores de pedernal.

En su profundo lecho yace el caliche,

que emergió trocado en blancura salitral.

IV

Albo nitrato, nieve de llanura tarapaqueña,

que en miríadas de bajeles hízose a la mar,

embelleció cultivos en lejanas tierras,

apremió al suelo que gustoso entregó el pan.

V

El recolectar de copos milagrosos se detuvo.

El silencio a su ocre solar regresó.

Una huella de trabajo es testigo

en el páramo do el pampino señoreó.

VI

Descolgué del horizonte claro

los cortinajes del silencio,

para cubrir el reposo herido

del enganchado y sus huestes

que en los calichales forjaron

la nueva raza de chilenos.


Senén I. Durán Gutiérrez



Fuentes:

https://www.researchgate.net/publication/330511355

http://www.ciperchile.cl

http://piensachile.com

http://www.puntofinal.cl

Repositorio digital BUC


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